Creer, pagar… ¿y adivinar o estafar?: una experiencia personal con la videncia

 


Desde los albores de la civilización, el ser humano ha sentido una profunda fascinación por lo invisible, por aquello que no podía ver ni comprender, pero en lo que deseaba —o necesitaba— creer. En tiempos de incertidumbre, frente a decisiones trascendentales o ante el miedo al futuro, hemos buscado respuestas más allá de lo tangible: en los astros, en los signos, en los sueños y en la voz de los que decían poder ver lo que otros no veían.


Ya fueran oráculos, arúspices, astrólogos o médiums, los videntes han ocupado un lugar en los pasillos del poder y en la intimidad de los grandes líderes. No importa la época ni la cultura: desde el Imperio Romano hasta la Casa Blanca, la influencia de estos personajes ha marcado decisiones históricas, guerras, alianzas y destinos personales... para bien, cuando acertaban, o para desgracia, cuando erraban.

Este artículo recorre algunos de esos momentos en los que la línea entre la fe, el poder y lo sobrenatural se difuminó, revelando cuánto depende el ser humano no solo de lo que sabe, sino también de lo que cree.

Aún hoy, en pleno siglo XXI, la humanidad sigue mirando hacia lo oculto en busca de respuestas. Porque seguimos necesitando creer en aquello que escapa a nuestra comprensión. En lo invisible que da esperanza. En lo inalcanzable que promete sentido.
Millones de personas consultan horóscopos, cartas astrales, médiums o videntes, no por superstición ingenua, sino por una necesidad profundamente humana: la de encontrar luz en medio de la incertidumbre que la mayoría sentimos.
Porque lo que realmente necesitamos es creer que hay algo más… algo que, aunque hoy no podamos ver, podría estar ahí.

Aunque la fascinación por lo oculto nos acompaña desde siempre y los videntes han influido en decisiones importantes a lo largo de la historia, hoy todo es mucho más accesible. Pero junto a la necesidad humana de creer, parece haberse instalado una estrategia clara: no solo se busca consuelo, sino que también hay quienes se aprovechan de esa necesidad para sacar dinero.

Si las consultas presenciales me lo dejaron claro, las telefónicas me lo confirmaron sin lugar a dudas.
Detrás de las promesas de ayuda espiritual, encontré un sistema cuidadosamente diseñado para retenerte al teléfono el mayor tiempo posible, alargando las llamadas y aumentando la facturación, que desde el móvil puede alcanzar los 1,57 euros por minuto. Aquí ya no hay incienso ni miradas intensas: solo una voz al otro lado y una tarifa que sube minuto a minuto.

Mi escepticismo terminó de afianzarse tras pasar solo unos minutos viendo algunos de estos gabinetes en televisión. Si uno escucha con atención, se da cuenta de que algunos llamantes son casi como amigos del vidente. La frecuencia con la que deben llamar para mantenerse en contacto resulta abrumadora.

Es evidente que no están adivinando nada: simplemente aconsejan en base a lo que las personas les cuentan… y a lo que dicen “ver”.

No quiero ni pensar en cuántas personas, solas y vulnerables, han tenido que tirar de su pensión para pagar facturas telefónicas… solo por el consuelo de escuchar una voz al otro lado. Y cuántas veces esa misma pensión no habrá alcanzado luego para cubrir lo más básico.

Me pregunto a cuántas personas les han arruinado la vida al seguir un consejo que, en realidad, les perjudicó. Y ahí vuelve mi pregunta: ¿adivinan o estafan?

Según el artículo 248 del Código Penal español, que regula el delito de estafa, esta se produce cuando, con ánimo de lucro, se emplea un engaño suficiente para inducir a error a otra persona, llevándola a realizar un acto de disposición en perjuicio propio o ajeno.

Y aquí lo dejo, al criterio de cada uno.

Porque cuando se mezcla la necesidad de creer con la necesidad de ganar dinero, la línea entre la ayuda, el abuso y la estafa se vuelve muy delgada.

¿Dónde la ponemos?

Este blog comparte experiencias personales y aprendizajes propios. No soy profesional de la salud; si tienes dudas médicas, consulta siempre a un especialista.

Nota: Todas las imágenes de este blog han sido generadas mediante inteligencia artificial y no representan a personas reales.

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