COSAS QUE DESQUICIAN


Bienvenida a esta sección donde compartimos esas pequeñas (y no tan pequeñas) cosas que a muchas mujeres nos molestan, indignan o simplemente nos sacan de quicio.

Aquí encontrarás relatos, reflexiones y experiencias cotidianas que muchas hemos vivido y que, a veces, cuesta expresar en voz alta. La idea es crear un espacio para reconocernos, reírnos y, por qué no, enfadarnos juntas.


Artículos publicados:

Cosas que sacan de quicio a una mujer # 1

La primera vez que te llaman “señora”

 












Aún recuerdo la primera vez que, paseando por el parque, a un niño se le escapó la pelota. La recogí por inercia, como siempre, y entonces escuché su grito desde lejos:

—¡Señora! ¿Me puede pasar la pelota?

¿Señora? ¿En serio? ¿Se estaba dirigiendo a mí?

Me quedé helada. ¿Tan mayor me veía? Si ni siquiera había cumplido los 30... Apenas unos años atrás me decían: “Chica, pásame la pelota”. Pero ese día, no. Ese día fui “la señora del parque”.

Recuerdo que volví a casa dándole vueltas. Me miré en el espejo: el pelo, ni una cana; los ojos, ni una arruga. Pero algo había cambiado. Algo invisible, intangible... algo que ya no se puede ocultar ni evitar.

Había crecido, sí. ¿Madurado? Tal vez. Pero ¿señora?

Desde entonces, cada vez que alguien me llama así, sonrío por fuera… pero por dentro sigo preguntándome cuándo fue que crucé esa línea invisible.

Y así empieza esta nueva sección: “Cosas que nos sacan de quicio”, pequeñas (o no tan pequeñas) situaciones que todas vivimos alguna vez.

¿Te ha pasado algo parecido? ¿Recuerdas la primera vez que alguien te llamó “señora”? Me encantaría leer tu historia en los comentarios.




Cosas que sacan de quicio a una mujer # 2


La primera vez que un hombre me cedió el asiento en el metro










La primera vez que iba en el metro, un hombre que yo calculaba más o menos mi edad me cedió el asiento. Al principio dudé en aceptarlo, porque el cabreo que me pillé fue considerable.

Me imagino que para él fue un acto de caballero, pero para mí fue como si me estuviera llamando vieja. Vamos, que pensó que no podía estar de pie hasta el final del recorrido.

Me dejó hecha una pena. No me quería sentar, pero la gente no dejaba de mirarme con esa insistencia silenciosa de “¡Siéntese, siéntese!”. Le lancé una mirada de mala leche, y sí, me senté.


El viaje se me hizo eterno
, cuando normalmente  me parecía corto. Y ahí estaba yo, pensando que quizá debería cambiar  mi vestimenta o estilo  por algo más  moderno… o al menos más “juvenil”.

¿Y tú? ¿Recuerdas la primera vez que alguien te cedió el asiento y cómo te sentiste? ¿Fue un gesto amable o un recordatorio incómodo?

 Me encantaría que compartieras tu historia en los comentarios.

 


Cosas que sacan de quicio a una mujer # 3




Cosas que sacan de quicio a una mujer # 4

Manual básico para convivir: Baja. La. Tapa.












Queridos hombres:

Entrar al baño y ver la tapa del WC levantada es como jugar a la ruleta rusa… pero con el trasero. ¿Es mucho pedir que la bajen después de usarla? ¿O necesitamos hacer un PowerPoint con flechitas?

Y ya que estamos: si usaste el baño, ¡tira de la cadena! 

Sabemos que algunos dicen “se me olvidó” o “yo la encontré así”. Perfecto. Entonces, cuando yo encuentre la tapa levantada, ¿puedo asumir que también puedo olvidarme de hablarte por tres días?

Convivir no es difícil. Solo requiere tres cosas:

✔️ Baja la tapa
✔️ Tira de la cadena

Gracias por asistir a esta clase intensiva de "Cómo no ser un cavernícola".

Nos vemos en la próxima entrega de “Cosas que nos desquician”.
Spoiler: probablemente incluirá la esponja del baño, las toallas húmedas y ese “ya voy” que nunca llega.





Cosas que sacan de quicio a una mujer # 5

 “El hombre y el mando del televisor: cuando rendirse es ganar.”











Hay batallas que una libra durante años… hasta que un día se da cuenta de que la mejor estrategia es rendirse con gracia. ¿Un ejemplo clásico? El mando del televisor. Esta es una pequeña crónica casera sobre cómo, después de los 60, una aprende a elegir sus guerras —y a comprarse su propia tele.

Siempre me he preguntado por qué los hombres tienen esa necesidad casi ancestral de ser los amos y señores del mando de la televisión. ¿Será que de verdad creen eso de que “quien controla el mando, controla la relación”? Porque si es así… ¡ya entendí todo!

Está más que claro que los gustos televisivos entre hombres y mujeres pueden parecer de dos planetas distintos. Ellos pueden pasar de un documental sobre tiburones a una película de acción del 98 y luego a un partido de segunda división… en menos de cinco minutos. Y tú ahí, esperando que pongan tu serie favorita como quien espera que le toque la lotería.

Pero luego llega la edad, la sabiduría… y el hartazgo. Así que un día te plantas en Media Markt, te compras una tele solo para ti, la pones en otra habitación, y ¡voilà! te conviertes en la soberana indiscutible del mando. Reina, emperatriz, y jefa de programación.

¿Y por qué no seguir intentando ganar la batalla del mando? Porque no se puede. Ese aparatito es su báculo, su cetro, su espada láser. No lo sueltan ni dormidos.
Y seamos sinceras: a estas alturas, una ya no está para perder tiempo peleando por tonterías. Mejor ver tu serie tranquila, con tu manta, tus galletas… y tu dignidad intacta.





Cosas que sacan de quicio a una mujer # 6


“Ya que vas…” El arte sutil de delegarte la vida ajena







Hay frases que parecen inocentes… hasta que las oyes por enésima vez en una semana.

Y una de las campeonas indiscutidas del ranking es: “ya que vas…”

No importa a dónde vayas — al baño, a la cocina, al súper, al cuarto de al lado o simplemente a tomar aire cinco segundos—, en cuanto anuncias (o te atreves a moverte sin anunciar) que vas a algún sitio, una voz surge de las sombras:

—“¿Ya que vas, me traes un vaso de agua?”

—“¿Ya que vas, me traes una cerveza?”

—“¿Ya que vas, le das esto a los niños?”

—“¿Ya que vas al centro, puedes pasar por el banco, comprar pan y recoger mi paquete de Amazon?”

Y tú, que solo ibas por un vaso de agua, terminas con el vaso en una mano y las peticiones en la otra, la lista mental de los encargos ajenos y el perro siguiéndote porque también quiere algo.

Así, sin quererlo, te convertiste en una especie de Uber doméstico no remunerado, con tarifa emocional incluida.

Y lo peor es que la frase viene con ese tono suave, casi amable, como si fuera una pequeña cosita de nada. Pero acumulada durante días, semanas, años... puede tener el peso emocional de una mudanza.

Porque detrás del “ya que vas” hay una suposición muy clara: que tu tiempo, tu movimiento y tu energía están disponibles para los demás. Que si tú te mueves, es una oportunidad para que otros no tengan que hacerlo.

Spoiler: a veces solo querías ir a por un vaso de agua en paz.






Cosas que sacan de quicio a una mujer # 7


"Uy, has engordado un poco" —dijo con título en "sinceridad brutal"











Siempre hay alguien.
La amiga “transparente”, la cuñada sin filtro, la tía que confunde sinceridad con mala educación…
Y cuando te la encuentras, no falla. Lanza su frase estrella con tono casual, como quien comenta el tiempo:

— “Uy, has engordado un poquito, ¿no?”

A ver, querida…
¿Tú tienes espejo en casa? ¿O simplemente te guías por soltar lo primero que se te pasa por la cabeza al ver a alguien?

Porque yo espejo tengo.
Tengo espejo, fotos, ropa que ya no me sube del muslo y una relación con la báscula digna de una telenovela.
Sé perfectamente cómo está mi cuerpo.
Lo que no entiendo es cómo alguien puede ver el cuerpo de otra persona y pensar:

“¿Sabes qué necesita esta persona? Mi opinión no solicitada, servida con una sonrisa y cero empatía.”

Y claro, luego lo suavizan con el clásico:

“Ay, pero te lo digo con cariño…”

Sí, y yo te voy a responder con amor… pero primero voy a respirar hondo para no decirte lo que realmente pienso.

Spoiler: opinar sobre el cuerpo ajeno no es cariño.

Ni sinceridad.
Es falta de empatía disfrazada de franqueza.

Así que la próxima vez que alguien te suelte esa joyita, sonríe con calma y déjale esto para reflexionar:

— “¿Y tú siempre opinas sin filtro… o hoy te has levantado con ganas de ser impertinente?”





Este blog comparte experiencias personales y aprendizajes propios. No soy profesional de la salud; si tienes dudas médicas, consulta siempre a un especialista.