La trampa del ‘solo uno’: mi lucha contra la recaída y el miedo

 


Cuando el miedo intenta hablar más fuerte que la voluntad

Ayer se suponía que debía celebrar dos meses sin fumar. Dos meses de esfuerzo constante, de lucha diaria contra una adicción que conozco demasiado bien. Pero algo me desestabilizó: la incertidumbre de una prueba médica. El miedo, la ansiedad… y la vieja trampa de pensar que un cigarrillo podría calmarlo todo.

Me dio vergüenza, pero pedí uno en la calle. Antes incluso de encenderlo, ya sabía lo que iba a pasar. Sabía que no existe eso de “solo uno”. Sabía que no me iba a traer alivio, que no iba a borrar el miedo ni resolver nada. Sabía que me dolería la garganta, que podría volver esa tos de las noches, que me iba a decepcionar.

Y aun así, lo encendí.

Cada calada fue amarga, no solo por el sabor, sino por lo que significaba. Cada bocanada me hacía prometerme a mí misma que no volvería a caer. Que este desliz, aunque doloroso, no iba a borrar todo lo logrado.

Hoy estoy lidiando con las consecuencias emocionales. Mi mente me empuja a recaer, a buscar excusas para fumar otra vez. Pero estoy aquí, tratando de resistir. Escribo. Me sostengo en pequeñas cosas, como una cerveza tranquila o este momento de sinceridad.

Sé que esto no borra el avance. Caer no significa que todo esté perdido. Esto también forma parte del proceso de sanar. Lo importante es volver a levantarse, hablarlo, entenderlo, y seguir adelante con más consciencia.

Porque cada recaída es también una oportunidad para conocerte mejor, para perdonarte, y para recordarte que no estás luchando por ser perfecta, sino por ser libre.

Gracias por leer. Si estás pasando por algo similar, recuerda que no estás sola. Cada paso, incluso el más difícil, también es parte del camino.

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